Creo que, en primer lugar, debemos aclarar el significado de la palabra piedad para entender los casos que hemos de analizar. Sin duda, es un vocablo que tiene múltiples acepciones. Inicialmente se nos impone como una forma de relación de la criatura con la divinidad y luego. del individuo con sus semejantes. En esta segunda acepción puede comprender actitudes tales como «bondad, caridad, beneficencia, limosna, misericordia divina, conmiseración»1. La palabra es bastante comprensiva como para aceptar que se puede incluir en ella tanto las experiencias religiosas de dimensión acentuadamente social como aquéllas de características más plenamente espirituales. Aunque a éstas últimas les podría caber en mayor medida la calificación de místicas. Tomo, en este caso, la definición de Ferrater Mora2 quien considera que «'mística' designa la actividad espiritual que aspira llevar a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación)». En muchas filosofías y religiones, se ha previsto esta experiencia que, sin eliminar lo sensible, lo ilumina y lo transfigura. Se trasciende, es decir se superan los obstáculos para llegar a esa contemplación en que se combinan la «unión contemplativa» con la «unión amorosa» y la «unión volitiva». Se ha discutido si sólo comporta iluminación para el alma del místico o también aporta -para quienes pueden conocer los testimonios de la experiencia- conocimiento sobre el alma del místico.